07-04-2007

"Mujer"

“Las mujeres y las brujas”
Macbeth – Macbett

Los seres humanos estamos expuestos cotidianamente a un proceso, supuestamente de mejoramiento, tanto física como psicológicamente. Intentamos adaptarnos a nuevos pensamientos, lugares y tendencias, que nos pronostican su protagonismo latente y manifiesto a posteriori. Vivimos en constante evolución y progreso, todo esto acorde a la modernidad tecnológica y a los aires nuevos que nos otorga la comunicación a distancia y las nuevas y novedosas oportunidades.
Abarcando netamente la división por género, encontramos evoluciones progresivas tanto en hombres como en mujeres; habiendo, eso sí, una clara diferenciación en lo repentino de la evolución. Para nadie es absolutamente ajeno el carácter fuerte, mandatario y enérgico del hombre en su totalidad; carácter que se sustenta con sólidas bases a través de la historia, y que para muchos, tales bases, son simple y llanamente, la creación de Adán como primer hombre y humano. Lo anterior supondría este carácter aguerrido, principal y dominante del hombre para con la mujer, cuya creación no fue más que parte de la costilla de este macho vigoroso, lo que conllevaría, todavía más a mirar a la mujer como dependiente y sometida. Tropezamos entonces, con ese ser, la mujer, la Eva; cuya evolución ha sido notoriamente más enfática y marcada que la del hombre, siempre y cuando sea comparada la mujer de antaño, con la moderna y contemporánea.
Pasando revista rápidamente a través de la historia, nos encontramos con diversos prototipos de mujeres. Primero cabe mencionar, a una mujer sin derecho a expresarse en sociedad ni menos a ocupar un puesto de realce públicamente, una mujer sometida a lo que le impone su padre y su marido, sumisa, cuyo rol podría sintetizarse en la elaboración de tejidos, tales caracteres corresponderían a la mujer de la edad Antigua. Avanzando un poco en el tiempo, tropezamos con una mujer tapada por un velo, cuyo fin no era sino el de evitar ser incitada a la promiscuidad por los hombres, una mujer prisionera de su hogar y sus costumbres y tradiciones y por sobretodo sometida a los acuerdos impuestos por el varón, tal mujer resulta ser la hembra musulmana. Por último, aquella mujer que no esta muy distante a lo que representaba la mujer musulmana, claro que acentuando los rasgos negativos y peyorativos, ya que, al contrario de la anterior, es ésta la que incitaba y excitaba al hombre al pecado de la carne, una mujer insaciable en apetencias sexuales, promiscua y obviamente al mando de los deseos del hombre, sin derecho a acceder a puestos de la vida pública, una mujer que se somete a su padre, su esposo y a Cristo, la mujer que es vista como un demonio, esta es la mujer de la edad Media cristiana.
Todos estos datos, no hacen sino, ratificar el papel mediocre y prácticamente de esclava que tenía la mujer hasta, aproximadamente, el siglo XV, donde tal como se expuso anteriormente, la mujer era considerada todo un “demonio”. En la edad Media sólo existía una mujer que era venerada: la Virgen María. Esta es una mujer lejana a los arquetipos de la mujer de la época; virgen y con su himen intacto, no se destacaba por ser la compañera de la mujer ni tampoco por su condición de género, sino por ser la madre de Dios.
Tras este panorama machista, desesperanzador y desalentador, nos topamos con la mujer renacentista. Esta mujer que se comienza a levantar con voz propia y a despegarse de los brazos fuertes y asfixiantes de los hombres, para tratar de situarse en su propio espacio, con sus pechos en alto, la mirada hacia arriba y sobre sus propios pies y bajo su propia potencia. Claro que, este es un proceso lento, y que no borra por completo las características femeninas de épocas anteriores. Aún y por un gran y vasto trecho, la mujer es inferior al hombre.
William Shakespeare vive claramente tal proceso de cambio, y sin duda lo refleja en una de sus obras más emblemáticas: “La tragedia de Macbeth”.
La mujer es fuerte y audaz, es la excitadora y la incentivadora, la que se atreve, la que crea. Lo anterior se refleja mediante dos aspectos fundamentales en la obra de Shakespeare: en primera instancia son tres brujas las que le predicen a Macbeth que será rey de Escocia y diversos augurios que enaltecerían, en mayor medida, el honor de este general del ejército de Duncan, el rey de Escocia, son por lo tanto, tres mujeres que condicionan el cerebro y la mente del sujeto, a tal punto de plantar la semilla de maldad en Macbeth y, por si fuera poco, acelerar tales designios. Pero, y he aquí el otro fundamento, es Lady Macbeth, su esposa, quien riega la semilla de maldad en la mente de Macbeth, haciéndola crecer en abundancia para la creación de prósperos frutos, aprieta el acelerador para los vejámenes y catástrofes que causarán a diversas situaciones y personajes de la obra. Es por consiguiente, la Eva, la que invita al pecado, el placer y a los males. Es la que ofrece la rica, dulce y tentadora manzana, que ya había sido observada con gusto y que sólo le faltaba el pequeño empujón para que cayera del árbol y pudiese ser saboreada y gozada.
Se destaca entonces, el papel de la mujer, una mujer concisa, directa y clara, con poder y fuerza, una mujer que (basándose en prejuicios históricos-sociales) podría ser catalo
gada como mujer-macho, con decisión, ímpetu y firmeza, la mujer con aires renacentistas y nuevos. Tales aires de liberación ínfima de la mujer, se mezclarían con la debilidad, con la obsesión enfermiza y con el arrepentimiento, reflejando entonces a la mujer sumisa y sometida por las situaciones y los actos, mostrando, de esta manera, atisbos propios de la mujer del medioevo. Resumiendo y para explicar mayormente tal hibridaje, se mencionaría lo fuerte de carácter, lo clara, lo directa y el liderazgo que ocuparía en diversos hechos y planteamientos Lady Macbeth, y lo sumisa que se encuentra a su destino y la poca fuerza con que puede enfrentar y vencer sus miedos y temores, llevándola a su cruel suicidio.
Shakespeare se adelantaría y haría una crítica a lo que sería la mujer actual, esa mujer que se equipara en pensamiento, palabra y obra a su semejante humano: el hombre. Shakespeare sabiamente se posiciona en el lugar que ocuparía la mujer en la época en que nos situamos en la actualidad. No es por sus características negativas de maldad y crueldad que llevaba en si Lady Macbeth, sino por su fin avasallador, no dependiente y con opinión propia y con autoridad.
Tales características que separan a la mujer del “demonio” que le fue asemejado en la edad Media y que le otorgan mayor independencia, voluntad y poder de acción respecto al hombre, se incentivan al transcurrir el tiempo y la historia. La mujer continúa evolucionando.
Esto respecto a Shakespeare y su crítica para con la mujer de su época, y la que el se imagina para después. Tras el pasar de los años, esta idea mantuvo su progreso, sobretodo en el siglo XX. Como ya se mencionó, el proceso de emancipación de la mujer no es algo rápido, la evolución es lenta y paulatina. En la década del 70, y luego de la parodia que realizó Eugène Ionesco del Macbeth de Shakespeare, en su obra el Macbett, es posible, de igual modo, constatar diversos rasgos propios de la mujer que, de idéntica manera al Macbeth, nos trasladan a rasgos antiguos de la mujer y por supuesto también a características nuevas que servirán de sustento a lo que se enfrenta en la actualidad.
Al igual que en la obra de Shakespeare, Ionesco muestra a la mujer como incitadora y provocadora, como aquella que convence, manipula y domina. Persuadiendo todas las situaciones, las mujeres logran generar, no sólo el impulso, sino también el camino en el cual se situaba el blanco. Para la explicación detallada de lo anterior, necesaria y adecuadamente es la comparación con Lady Macbeth por el lado de Shakespeare, y las supuestas brujas por parte de Ionesco. En la primera, Lady Macbeth, fue la que articuló, pero no la que creó, es decir, ésta no le afirmó a Macbeth lo que iba a ocurrir, sólo lo incitó a realizar lo que ya estaba tramado y dibujado en su mente, ya que las brujas precisamente, ya habían planteado en Macbeth, la semilla del mal; en cambio en el Macbett, si bien son dos brujas las que le comunican a Macbett lo que ocurrirá, y lo manipulan y distorsionan, para crear en él, el rencor necesario para la ejecución de la acción, no se necesitará a una Lady Macbeth, ya que es una de estas mismas brujas que, disfrazada de Lady Duncan, la esposa del rey, articula los asesinatos. Esto podría suponer un rol doble en sólo uno de los personajes de la obra, dando la casualidad, además que es mujer. Pero aquí resalta una interrogante referida al disfraz de esta bruja: ¿por qué se vistió de Lady Duncan y no por ejemplo de algún otro soldado, o mejor dicho, por qué se disfrazó de mujer, si podía haberlo hecho de hombre?
La respuesta a tal pregunta, se puede responder mediante la historia y la vinculación de algunas viles y crueles brujas con mujeres. A través de la historia nos encontramos con mujeres perversas y hechizadoras que, quizás por un tema antivalórico femenino y social, son consideradas brujas malévolas. A los hombres se les otorga la diferenciación de mago, pero no como aquel hombre malo y vil, sino como aquel hombre que representa la sabiduría y la magia blanca y pura; en cambio, las brujas eran siempre mujeres feas y perversas, dispuestas a todo por lograr sus crueles propósitos. Creer en lo anterior como solución a la pregunta, puede tornarse incluso como una mera casualidad histórica. Se puede barajar también otra característica, que vendrá a resonar en la actualidad y que encontramos como base en la edad Media cristiana: “la incitación por parte de las mujeres al pecado carnal”. Esta premisa logra un mayor entendimiento, tras el análisis de la obra de Ionesco, ya que una vez que la bruja se disfraza de Lady Duncan, ésta comienza a insinuarse provocativamente a Macbett. Tal aseveración se puede corroborar fielmente en la escena en la cual Lady Duncan, sirviéndose de su belleza y encanto, comienza a dar con el pie y con el codo a Macbett, hasta llegar a tocarlo de manera exagerada, grotesca y evidente; éste se deja llevar por una mezcla de placer y timidez. Tal escena entonces, refleja básicamente el por qué de la bruja de disfrazarse de Lady Duncan y no de otro personaje, para que de esta manera se lograra “hechizar” más fácilmente a Macbett, quien para suerte de las malvadas, no resultó ser un homosexual reprimido, sino que más bien al contrario, un heterosexual juguetón que gozaba bastante con las demostraciones de afecto que le ejercía la que el creía, Lady Duncan.
De esta manera observamos una vuelta a lo que se veía anteriormente como la mujer pecadora, promiscua y que incitaba al placer carnal, en esta parodia al Macbeth; mujer que volvería a encantar, esta vez con una libertad mayor y sin las ataduras y conservaciones religiosas de épocas anteriores. Su sexualidad la goza y prácticamente es asumida.
Comúnmente, la mujer es vista como el sexo débil, como la sensible en la relación, sentimental al extremo y evitando cualquier contacto visual con asesinatos y sangre. Ionesco, toma lo que sería una constante en su época y lo exagera contrariamente en su obra, con el fin de adelantarse a lo que será el cambio de sexo débil a sexo menos débil, al derrocamiento del prejuicio de sensibilidad y mayor sentimentalismo que tienen las mujeres, a la mujer presidenta y líder, a la mujer con opinión y decisión.
Ejemplo clave de esto es la escena en donde Lady Duncan cuenta emocionadamente cuantas cabezas enemigas son cortadas por la guillotina, relajadamente se toma un té y pronuncia: “cuatro, cinco, seis, siete, diecisiete, veintitrés… ¡Ah! Creó que me salté una”.De este modo se configura la personalidad de esta inescrupulosa mujer, lo que daría alentadores indicios a deshacer los paradigmas formados por la historia y la sociedad, relacionados con las mujeres.
Pero, si Lady Duncan en el fondo no era Lady Duncan, sino una bruja disfrazada, que es lo que hace suponer que verdaderamente es cruel, desmesurada y firmemente estática a todo lo que sería doloroso y macabro. La solución se puede obtener mediante diversos acontecimientos que vive Lady Duncan, como aquel en donde es enviada por Duncan al frente de batalla. Éste, sin saber ni sospechar que su esposa de verdad no es su esposa, y es una impostora, la manda a la mismísima guerra; esta acepta ir y sin siquiera poner objeción o trabas, lo que conllevaría a pensar que tal actitud, no era algo nuevo en la esposa del rey, sino que es una actitud constante en la esposa del rey de Escocia.
Se puede citar también cuando Lady Duncan le dice a su esposo, luego del discurso de este y las felicitaciones a sus generales del ejército: “¡Bravo Duncan!, esta vez, habéis hablado bien”. Aquella pequeña frase de Lady Duncan, puede reflejar diversos atisbos de una especie de superioridad y mandato frente a su esposo, lo que no era necesariamente por ser una bruja disfrazada, sino que era simplemente por ser su esposa.
De esta manera, Ionesco logra, al igual que Shakespeare, retratarnos lo que podría llegar a ser una mujer sin tapujos, una mujer directa y con cojones, que no necesariamente necesitaría de un hombre para cumplir con sus diversos objetivos en la vida, una mujer fría y calculadora, independiente y perspicaz, alejada cada vez más de los prejuicios que tenemos de las mujeres entiéndase por sensibilidad y sumisión. ¿Será esta la mujer que se esta moldeando para el futuro?, ¿Podrá ser capaz este tipo de mujer, inclusive derrocar al hombre? Sólo queda esperar…

R. A.

05-04-2007

"The Space Between", Dave Matthews Band

Una melodía exquisita. Sonido armonioso.