18-12-2007

Ni la más mínima idea

El día lunes se transformó en una semana y unos cuantos minutos. Pero bueno, acá está.

Ni la más mínima idea

Mientras besaba la pared; mientras baboseaba la pintura azul piedra (que para mi familia no era más que azul); mientras trepaba por entre los personajes de esa gran serie norteamericana y amarilla, y descubría al protagonista; mientras dejaba a un lado la carta de mayo, apareció. Lucía nada, desnudo estaba, y con confort en las manos.
-Bótalo, cochino, no seas sucio- le decía tiernamente.
-Se me olvidó.
Caminó hacia la puerta y lo eliminó en el basurero. En el transcurso me preguntaba por qué me fijé en él. Él era extraño, era más bueno que yo. Yo no soy muy buena, hago mal, aunque él me ha hecho bien... quizás se inmiscuyó en mi mente, y lo que me hace bien, proclamó el no derrame del mal.
-¿Ahí está bien?- me preguntó, dejando en evidencia sus manos blancas de tanto lavarlas, y secas por el frío.
-Mucho mejor- le respondí.
-Te quería hablar de lo que acaba de pasar. Te juro que nunca va a volver a suceder. No sé qué me pasa. Los estudios no me dejan pensar bien. No puedo- titubea- contenerme. Para la próxima te prometo que no ocurrirá esto.
Su voz era temblorosa. Me daba lástima. Ya era la tercera vez que pasaba, y me decía lo mismo de siempre. Obviamente, y tras haberlo conocido ya más de un año y medio, no podía rebatirle ni ofenderle. Él era muy sensible.
-Está bien. Tú sabes que yo te quiero más que por...
-"Yo te quiero más que por eso..."- me remedaba. Siempre dices lo mismo, que acaso no te das cuenta que aquello me hace mal. Es algo que no puedo evitar, simplemente pasa. Mejor es que...
-"Mejor es que vayamos al médico..."- lo parodiaba yo a él ahora. No quiero médico, es sólo cosa que te dejes de pensar estupideces. Cuando estás conmigo, ¡concéntrate hombre! No creo que sea un especialista el indicado para resolver este problema. Es sólo que te dejes de pensar en la prueba de mañana, o en la mala cara que te puso Andrés, o en tus facciones no agraciadas, o de la mala suerte que tienes para encontrar a alguien que te quiera por como eres, y que además se quiera casar contigo.
Me miró con desamparo, y mientras se ponía sus calzoncillos, me dijo:
-Sé cómo eres. Eres mala. ¿Qué acaso de nuevo sacaste el aguijón?- sus ojos se llenaron de lágrimas y su piel se colocó roja-. Para mí esos son temas no menores. Eres muy abusiva- terminó diciéndome.
Agarró el bolso y se marchó a tomar el bus.
"Cero llamadas perdidas en mi celular. Miles de ganas de tener repleto el registro. Ya hace una semana que no la veo, y al parecer no tiene intenciones de buscarme. Como soy siempre yo el que iba a su casa, ella no tenía ni la más mínima idea de llegar a la mía...", escribía en aquellas hojas sueltas.
Sin ella mi vida resulta ser un letargo sin dimensiones lógicas. Es muy aburrido no verla, no caminar desde el bus a su casa, no saludar a su madre, no interactuar palabras con su hermano. A fin de cuentas, era lo único que me sacaba de la rutina. Siempre tenía algo nuevo.
Stay or Leave, sonaba en mis oídos, tras el recuerdo de su ambiente, y de la plaza en la que me dijo que no quería que yo perdiera mi virginidad con ella. Ya ha pasado más de un año, y su recuerdo sigue atosigando mi mente. Las pruebas siguen igual, me sigue yendo bien, pero no puedo volver atrás. Algo de ego aún me queda.
"Quizás debería haber pensado en tratar de superarme yo solo, sin ayuda de nadie, sólo evitando someterme al pensamiento gratuito"- pensaba mientras bajaba del bus, y el chofer me increpaba por mi lentitud. "Ese era sólo uno de mis problemas, y si lo soluciono, tendría que, luego, resolver todos los otros"- me respondía a mis cuestionamientos, dejando un sabor de rencor hacia ella y su opinión de mí. "Pero por algún trauma tendría que empezar"- volvía entonces a lo mismo.
Caminé un poco. Me recibieron con alegría. Mis labios resecos se acercan a las mejillas de mis amigas, y mis manos feas estrechan las manos de mis amigos.
-Me picó tu barba- sonreía Javiera.
-No es mi barba- le respondía.
Todos intentaban subirme el ánimo.
-¿Y terminaste el libro?- me preguntan a coro prácticamente todos.
-En eso estoy. Pero no es fácil acordarse de lo que pasó.
-Lo sabemos- me dijeron, ahora todos.
-No, no tienen ni la más minima idea.
Caminamos a la iglesia. Cristina recitaba una plegaría. Quería que se callara.
-No tienes idea de qué estás recitando- le increpé.
Cristina calló.
"Un año, un año. Si no me hubiera arrancado..."- decía entre mí.
Saludé a sus padres y a su hermano. Me senté en la última fila.
El cura no me gustó. Ya no me gustaba nada. Lloré como en la despedida, como si fuese un niño.
Si no me hubiera arrancado, ella no hubiese ido a buscarme. Ella nunca se habría emborrachado como aquel día. Ella nunca habría visto todo rojo, y cruzado en mi búsqueda. Yo no habría vuelto de Argentina, y hasta quizás me la hubiese llevado conmigo. Ella nunca habría conocido la avenida anterior para llegar a mi casa. Al parecer ella me quería, y yo no tenía ni la más mínima idea.
"Ya tengo el final de mi novela"- me dije.

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